jueves, 29 de diciembre de 2011

BLOG DEL DIA

Blog nombrado Blog del Día el
 29/12/11


Reflexiones De Una Guionista despide el año recibiendo el


 Gracias a los amigos que me lo han concedido y gracias a todos los que os pasáis por aquí de vez en cuando a leer, saludar, comentar, mirar...

¡Feliz 2012 a todos!

lunes, 19 de diciembre de 2011

La Muerte de un Burócrata: Una Venganza Poética de Tomás Gutiérrez Alea

Una de las ventajas de ser guionista es que, cuando alguien te fastidia, puedes utilizar la venganza poética para liberar sentimientos negativos y fobias varias. Eso es lo que hizo el cineasta cubano Tomás Gutiérrez Alea (1928-1996) en su cuarto largometraje “La Muerte de un Burócrata” en 1966. Según él mismo confesara años más tarde:

“Decidí hacer esta película a partir de una experiencia personal. Puede sucederle a cualquiera. Me vi de pronto atrapado en los laberintos de la burocracia a partir de unos problemas muy simples y elementales que quise resolver. Perdí mucho tiempo en eso y decidí hacer justicia por mis propias manos. Pensándolo bien –me dije- mejor hago una película y así me evito líos con la policía. […] Creo que muy pocos burócratas se reconocieron como tales ante el filme. Seguramente se reían, eso sí, de los otros burócratas, los que ellos mismos han tenido que padecer en alguna ocasión”. (1)
El argumento de este guión escrito por Tomás G. Alea, Alfredo del Cueto y Ramón F. Suárez empieza así:
Paco, fabricante de bustos del héroe cubano José Martí, muere accidentalmente y sus compañeros del sindicato deciden, como homenaje, enterrarlo con su carnet laboral. Cuando su esposa (Silvia Planas) y su sobrino Juanchín (Salvador Wood) van a solicitar la pensión de viudedad de la primera, el funcionario que les atiende les dice que para tramitar la pensión es imprescindible presentar el carnet laboral del difunto.
Como la única forma de recuperar el documento es exhumar el cadáver y la burocracia se lo impide, Juanchín decide desenterrar a su tío clandestinamente. Pero lo que iba a ser simplemente abrir la tumba, coger el carnet laboral y volver a cerrarla, se complica y el protagonista acaba llevándose el cadáver a su casa.
Juanchín piensa que volver a sepultarlo no será un problema pero el funcionario que dirige el cementerio le dice que no se puede enterrar a alguien que, según el registro, ya ha sido inhumado. Aquí empieza el via crucis de Juanchín, de oficina en oficina y de funcionario en funcionario, mientras intenta frenar la descomposición del tío Paco conservándolo entre cubitos de hielo...
Más allá de la anecdótica “venganza” de Tomás G. Alea en “La Muerte de un Burócrata”, la película es una divertidísima comedia negra, para el espectador, y una tragedia para el protagonista que se va hundiendo en una historia kafkiana y repleta de situaciones absurdas durante los 85 minutos que dura el filme.
Para delicia de los cinéfilos, Tomás Gutiérrez Alea rinde homenaje a sus cineastas favoritos y hace guiños a escenas y situaciones de películas de Luis Buñuel (Un Perro Andaluz), Harold Lloyd (la escena del reloj de Safety Last), Buster Keaton (transformando las “guerras de tartas” en “guerras de coronas mortuorias”), Charles Chaplin (Tiempos Modernos), las peleas de Laurel y Hardy… Lo que constituye un aliciente extra para decidirse a ver “La Muerte de un Burócrata”, un clásico del cine en español.

(1) Cineaste. Nueva York, 1979. “Un apoyo moral a las víctimas del burocratismo”, entrevista de Gary Crowdus a Tomás G. Alea.