Es un verano caluroso en Florida. Ned Racine (William Hurt), abogado no especialmente brillante ni escrupuloso pero tampoco demasiado bribón, conoce a una misteriosa mujer, Matty Walker (Katleen Turner). Se siente atraído por ella como se siente atraído por casi todas las féminas que le rodean. El calor ambiental es la excusa perfecta para entablar conversación con la desconocida y la sensualidad será el arma que Matty Walker usará para tender su celada al incauto Ned. Lo que empezó siendo una aventura sexual acabará convirtiéndose en una trampa mortal para el abogado de Florida.
Lo más importante, dentro de la arquitectura del guión de Fuego en el Cuerpo, (Body Heat, guión y dirección: Lawrence Kasdan, 1981), es lo que no se ve: La historia está contada desde el punto de vista del protagonista, Ned, pero quien la decide y la hace posible es Matty, la antagonista. Y lo hace sin que, la mayor parte de las veces, se vea en pantalla. Lo que ha sucedido antes de que empiece la película es básico para lo que luego veremos que ocurre. Lo que pasa sin que Ned y el espectador lo sepan es lo que mueve la trama. Lo que se muestra es sólo la superficie del auténtico argumento, que va siendo intuido por el espectador a medida que el relato transcurre.
Muchas veces sucede que el protagonista del espectador y el del guionista no son el mismo personaje. Para el público, el protagonista es "el chico" de la película, "el bueno", es decir -casi siempre- el personaje con el que se identifica y que acostumbra a ser aquel desde cuyo punto de vista está contada la narración. El protagonista del escritor, en cambio, es el personaje que hace posible la historia porque la provoca y la mantiene en movimiento y porque es quien toma las decisiones importantes del relato, aquellas cuyos resultados tienen mayores consecuencias.
En Fuego en el Cuerpo el protagonista del espectador es Ned Racine y el guión está contado desde su punto de vista. Como espectadores nos identificamos con él porque tenemos la misma información que el abogado sobre lo que está sucediendo en la pantalla. Asistimos a los hechos a la vez que él, somos engañados cuando Ned lo es y descubrimos las mentiras de Matty cuando las descubre él.
Fuego en el Cuerpo es un thriller y, como tal, su protagonista no es un personaje activo sino pasivo unas veces y reactivo otras (reacciona ante las acciones del antagonista). Esto, que en otros thrillers cambia en el tercer acto de la historia (cuando el protagonista, en el momento más angustioso del relato y cuando parece que lo tiene todo perdido, reacciona, se vuelve activo y se juega el todo por el todo enfrentándose al antagonista), en Fuego en el Cuerpo se mantiene hasta el final.
Ned Racine no logra hacerse nunca con el control de la situación, al contrario: el espectador y él constatan, cada vez con mayor claridad, a medida que transcurre este tercer acto que el abogado un poco engreído y feliz de conocerse a sí mismo que era Ned Racine al principio de la película se ha convertido en una pobre mosca atrapada en la tela de araña tejida por Matty Walker.
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