
Antes, Francis había sido un jugador de béisbol de éxito, ahora es un vagabundo que junto a Helen (Meryl Streep), su compañera de hambre, frío y borracheras, sobrevive a base de pequeños trabajos y de la caridad. Helen fue cantante y concertista de piano hasta que el alcohol y las malas jugadas que a veces nos hace la vida la convirtieran en vagabunda. Les acompaña en su deambular cotidiano otro menesteroso, Rudy (Tom Waits) al que los médicos acaban de dar seis meses de vida a causa de un cáncer. Rudy tiene la intención de morir borracho.
Dirigida en 1987 por el argentino Héctor Babenco, Tallo de hierro (Ironweed) es una adaptación de la novela del mismo título galardonada con el Pulitzer en 1984. Su autor, el novelista William Kennedy es también el guionista de la película (asimismo, co escribió el guión de Cotton Club junto a F. F. Coppola y Mario Puzo).
Tallo de Hierro es una película triste, desesperanzada, hermosa... Cuenta dos días y una noche de la vida de Francis Phelan y sus amigos. Dos días y una noche en que los tres callejean en busca de una botella, unas monedas, un lugar donde dormir...
Tiempo en el que Francis acude por primera vez a la tumba de su hijo, visita a su mujer y a sus hijos mayores, conoce a su nieto, se enfrenta a los fantasmas del pasado... En sus alucinaciones vuelve a ver a los hombres que mató en su vida, a las personas que le importaron y ya han muerto... Discute con Helen, se reconcilia con ella, vuelve a discutir...
Dos días y una noche en que los tres intentan ayudar a otra vagabunda a la que encuentran, semiinconsciente por el frío y el alcohol, y ante la que tienen esta conversación:
Francis - ¿Es una vagabunda? ¿O sólo una borracha?
Rudy - Una vagabunda toda su vida.
Francis - No. Nadie es un vagabundo toda su vida. Tuvo que ser algo antes de ser vagabunda.
Rudy - Sí. Era puta. Cuando vivía en Alaska, pero luego...
Francis - ¿Y antes de ser puta?
Rudy - Pues... no lo sé... Pero, supongo que sería una niña.
Francis - Eso ya es ser algo. Una niña es ser alguien, no es ser una vagabunda, ni una puta.
Eso es lo que piensa Francis Phelan de sí mismo. Que no es nadie, que no es nada... O es lo busca ser desde hace dos décadas: nadie, nada... no ser. Y es que Francis Phelan lleva veinte años huyendo de la vida. Los mismos que esta lleva persiguiéndole incansable, como lo hacen esos fantasmas que el ex jugador de béisbol ve en sus alucinaciones.