Florya (Alexei Kavchenko) es un adolescente en la Bielorrusia de 1943, quiere ser guerrillero y luchar contra los nazis que han invadido su país. Cuando "Ven y Mira (Masacre)" (Idi i Smotri, 1985) empieza, Florya se halla en las afueras de su aldea buscando, entre los cadáveres de las víctimas de un bombardeo aéreo, un fusil que le permita unirse a los partisanos que operan en la zona. Consigue su arma y se marcha con los guerrilleros con la alegría del niño que se va de vacaciones a un campamento de verano. Pero la guerra no es una fiesta y la película se convierte en un paseo a través del horror, la desolación y la muerte. En los tres o cuatro días que dura la narración, el niño, horrorizado por lo que se ha visto obligado a contemplar, acabará convertido en un viejo.
"Ven y mira (Masacre)" es una de las mejores películas de la historia del cine. Con guión de Ales Adamovich y Elem Klímov y dirigida por este último, el film no es conocido por el gran público pero sí por muchos guionistas y directores que lo han tomado como referencia a la hora de trabajar en películas bélicas. Habría que preguntarle a Quentin Tarantino, pero yo aseguraría que la secuencia del inicio de Inglorious Basterds en la cabaña es un homenaje a "Ven y Mira": El decorado, la luz, el juego de cámara de la producción norteamericana es igual a una de las escenas iniciales de la película soviética (Aquella en que se nos presenta a la madre y hermanas del protagonista y la cabaña en la que viven).

Hasta que llega el tercer acto. El punto de giro que nos hace pasar del segundo al tercer bloque es ese: llegan los nazis y ahora sí que los vemos, ¡vaya si los vemos!
Otra de las razones por las que "Ven y Mira" es una obra maestra: la manera en que Klímov sabe provocar angustia y horror en el espectador sin tener que mostrar demasiada violencia, sangre o cadáveres destrozados en la pantalla. En el tercer acto, terrible, utiliza la técnica del fuera de campo de la que hablé en la entrada "Tres secuencias similares para tres películas dispares". La diferencia es que, en los ejemplos a los que allí aludía, el hecho de que lo importante de la escena sucediera en un lugar distinto al que la cámara nos mostraba, servía para aumentar el interés del espectador y hacerle desear ver lo que sucedía. En Ven y Mira, en cambio, te imaginas lo que está pasando fuera de campo y no tienes ninguna gana de que la cámara te lo muestre, TEMES que lo haga. El horror es más terrible porque no lo ves, te lo imaginas. Y la imaginación es más poderosa que cualquier escena explícita.
Si consigues aguantar el angustioso tercer acto, te sugiero que dejes pasar unos días y vuelvas a ver la película distanciándote de ella emocionalmente. Entonces podrás apreciar la belleza estética de "Ven y Mira", de sus planos secuencia en los que la cámara no deja de moverse ni un momento y ni siquiera lo notas por lo integrada que está en la acción, en la coreografía perfecta de actores y cámara en las escenas de masas, en la poesía que Elem Klímov supo extraer de la luz, el sonido, el ritmo de la imagen, los cuerpos ya sea estáticos o en movimiento...
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